"Ahora así dice el Señor, Creador tuyo, oh Jacob, el que te formó, oh Israel: No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú. Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo, y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti".
Isaías se dirige originalmente al pueblo de Israel, pero sus palabras pueden aplicarse a todos aquellos que confían en Dios. El Señor les recuerda que Él los ha creado, los ha redimido y los llama por su nombre, y por lo tanto, están bajo su cuidado y protección.
La promesa de protección divina en Isaías 43.1-2 se ilustra mediante dos ejemplos: pasar por las aguas y por el fuego. En ambos casos, Dios promete estar con su pueblo, protegiéndolos y preservándolos. Incluso en situaciones extremas, como atravesar ríos caudalosos o enfrentarse a fuego intenso, Dios asegura su cuidado y protección.
Esta promesa de protección divina se hace eco en otros pasajes de la Biblia. Por ejemplo, en Salmo 91.1-2, se describe a Dios como un refugio y una fortaleza en tiempos de peligro: "El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente. Diré yo al Señor: Esperanza mía, y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré". Además, en Proverbios 18.10, se describe al nombre del Señor como una torre fuerte a la que se puede correr para encontrar seguridad.
En resumen, Isaías 43.1-2 presenta una promesa de protección divina para aquellos que confían en Dios. La promesa se ilustra mediante dos ejemplos de situaciones peligrosas, pero la protección de Dios es constante en cualquier circunstancia. La promesa se hace eco en otros pasajes de la Biblia, y sigue siendo una fuente de consuelo y esperanza para los creyentes de hoy.